Fotografia: Redacción Cigdl.
Inundaciones recurrentes en Guadalajara y Municipios aledaños, la suma de malas decisiones urbanísticas y negligencia ciudadana.
Guadalajara, Jalisco.– Las lluvias de este temporal han vuelto a exhibir, como cada año, las profundas fallas en la planeación urbana y la gestión del agua en la capital jalisciense. Inundaciones por doquier, usuarios varados, y la suspensión de servicios como el Tren Eléctrico Urbano, dejan en claro que la estrategia del gobierno municipal para “sanar las alcantarillas” no solo es insuficiente: es un fracaso rotundo.
Pese a los anuncios de inversión en desazolve y mantenimiento de redes pluviales, la realidad contradice el discurso oficial. El agua sigue ganando terreno en avenidas principales, túneles y pasos a desnivel, mientras los ciudadanos observan, año tras año, cómo se repite el mismo caos.
La crisis, sin embargo, no es solo institucional. También hay una corresponsabilidad social evidente: la acumulación de basura en las calles, arrojada por la propia población, bloquea coladeras y contribuye a que las lluvias colapsen la ciudad en cuestión de minutos.
Guadalajara ha crecido sin control y sin una planeación hídrica acorde al tamaño y densidad de su población. Nuevas construcciones levantadas sin visión ambiental, cambios en el uso del suelo y pavimentación sin criterios técnicos han reducido drásticamente las zonas de absorción. Todo esto convierte cada tormenta en una emergencia.
A este ritmo, las “elinundacuobes” —como irónicamente ya se les llama en redes sociales— corren el riesgo de convertirse en una cruel tradición tapatía. Mientras no se tomen decisiones de fondo, ni el gobierno asuma su responsabilidad con infraestructura eficiente ni la sociedad modifique su comportamiento, el cuento de nunca acabar continuará año con año… bajo el agua.

