Fotografía: Redaccion CIgdl.
La reciente mudanza de Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del expresidente Andrés Manuel López Obrador, a La Moraleja, en Madrid, ha generado un intenso debate que trasciende la simple decisión de una figura pública. La elección de una zona conocida por su lujo y exclusividad, con sus jardines y campos de golf, ha encendido críticas y cuestionamientos sobre las implicaciones políticas y sociales de este movimiento. La ironía de un acto que, en medio de un contexto de desigualdad y pobreza en México, proyecta un símbolo de privilegio, invita a reflexionar sobre las prioridades y las percepciones de las figuras públicas en tiempos donde los discursos de austeridad contrastan con los estilos de vida de algunos de sus representantes.
Gutiérrez Müller, quien en 2019 exigió junto a López Obrador una disculpa de la Corona española por los agravios de la conquista, parece ahora dispuesta a disfrutar de las ventajas que ofrece la misma nación a la que en su momento acusaron de deber una “responsabilidad histórica”. España, país al que se señaló como verdugo, se convierte hoy en refugio académico, cultural y residencial para la familia del exmandatario mexicano.
La paradoja no pasa inadvertida. El periodista Arturo Pérez-Reverte ironizó al señalar que Gutiérrez Müller se traslada a Madrid “violentando su honrada conciencia indigenista”. Y no falta razón: quienes en el discurso reclamaban dignidad y justicia frente a España, hoy buscan en la misma tierra europea privilegios de ciudadanía bajo la Ley de Memoria Histórica.
Si bien no hay confirmación oficial de la escritora sobre su cambio de residencia, la sola posibilidad exhibe un contraste incómodo: el de una élite política que, tras predicar la defensa de la identidad nacional y la independencia frente a potencias extranjeras, termina hallando en esas mismas potencias el espacio ideal para su vida privada.
En México, el mensaje cala con fuerza. Mientras miles de familias enfrentan crisis de seguridad, desigualdad y falta de oportunidades educativas, la familia de quien gobernó con el lema de “primero los pobres” elige el confort de una de las zonas más ricas de Madrid. Una decisión personal, sí, pero también un recordatorio de la distancia entre la retórica política y las acciones cotidianas de sus protagonistas.
