Fotografía: Redacción CIgdl.
• Inflación retrocede, pero Banamex advierte que la baja es tenue y que persisten presiones
México no vive una crisis, sino varias. Disimuladas por la inercia política del “segundo piso” de la 4T, el país transita por un momento donde tres disrupciones —institucional, económica y criminal— se entrecruzan, se potencian y erosionan la capacidad del Estado para dar certeza y gobernabilidad.
La primera fractura: instituciones al límite
Morena y su mayoría legislativa no sólo concentran poder; rediseñan la arquitectura del Estado sin mapas ni brújula. El ejemplo más reciente es la iniciativa de Ley Nacional para la Eliminación de Trámites Burocráticos, que —en el papel— busca desregular. En la práctica, sin análisis de impacto regulatorio ni consulta pública, abre un flanco delicado frente al T-MEC, justo cuando se acerca la revisión del tratado en 2025.
El problema no es reducir trámites, sino hacerlo sin reglas claras ni consensos técnicos, como advierte México Evalúa. Esto no es eficiencia: es arbitrariedad. Y en materia comercial, la arbitrariedad tiene costos: menor inversión, más litigios y mayor desconfianza.
Segunda fractura: economía en pausa, inflación aún latente
Aunque la inflación general retrocedió a 4.51% anual en la primera quincena de junio, Banamex advierte que la baja es tenue y que persisten presiones en servicios, vivienda y alimentos. La inflación subyacente —la que refleja la tendencia real de precios— se mantiene alta: 4.20%.
Y mientras eso ocurre, el país no crece. La inversión cae, el gasto público se reorienta a Pemex e Infonavit y el consumo se enfría. México Evalúa advierte que la economía no tiene un motor visible: ni inversión pública eficaz, ni condiciones para detonar inversión privada. La política económica está sin rumbo. Y en la política monetaria, el Banco de México está solo.
Tercera fractura: el crimen, gobierno paralelo
La reconfiguración territorial del crimen organizado ya no es noticia: es norma. El caso reciente en Sinaloa, donde el CJNG avanzó tras pactar con facciones de Los Chapitos, muestra que el crimen sigue tomando decisiones estratégicas con mayor velocidad y eficacia que el Estado. Y el gobierno federal, atado al discurso de “abrazos, no balazos”, no corrige ni reacciona.
Sin inteligencia, sin disuasión y sin presencia efectiva en territorio, el Estado cede el control físico de regiones enteras, mientras se entretiene redibujando leyes que nadie pidió.
La paradoja Trump-Morena
En medio de este escenario, el retorno de Donald Trump agrega una disrupción externa que beneficia paradójicamente al oficialismo. La radicalidad del expresidente estadounidense permite a Morena presentarse como opción de estabilidad frente al caos vecino. Pero esto es solo una ilusión narrativa: ni Trump ni Morena apuestan por el equilibrio institucional, y ambos prefieren el poder concentrado y la política de imposición.
Sin estrategia común, sin dirección
Estas tres fracturas —institucional, económica y criminal— se desarrollan sin estrategia común. No hay plan maestro, ni coordinación entre niveles de gobierno, ni articulación con el sector privado o la sociedad civil. Solo hay anuncios, reformas exprés, improvisaciones y slogans.
Y aunque la inflación pueda ceder, aunque el dólar no se dispare (aún), y aunque las cifras oficiales no reconozcan el deterioro, el costo real está en la pérdida de certezas: jurídicas, fiscales, territoriales y personales.
México no necesita un “segundo piso”. Necesita cimientos.
Las instituciones deben reformarse, sí, pero con técnica, diálogo y evidencia. La economía debe impulsarse, pero con reglas, no con ocurrencias. Y la seguridad debe recuperarse con inteligencia, no con resignación.
Si el nuevo gobierno quiere ser recordado por algo más que continuidad retórica, tendrá que reconstruir la brújula del Estado. Porque hoy, México está caminando… pero en círculos.
@JErnestoMadrid
jeemadrid@gmail.com
