• Los programas sociales sostienen el consumo… pero distorsionan el mercado laboral
En el México de la 4T la economía se mueve con aparentes paradojas: la actividad económica se desacelera, la inversión privada titubea, el empleo formal pierde ritmo… y, sin embargo, la tasa de desempleo sigue en mínimos históricos. ¿Milagro laboral? ¿Éxito de las políticas públicas? No exactamente.
Un análisis de Banamex pone sobre la mesa una de las explicaciones más incómodas para esta aparente contradicción: la expansión masiva de programas sociales y transferencias monetarias —que ya benefician a más de 30 millones de mexicanos— estaría desincentivando a sectores completos de la población para integrarse al mercado laboral. En especial, a los mayores de 65 años y a ciertos grupos jóvenes que reciben apoyo directo del gobierno.
Los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) son claros: la participación laboral de los adultos mayores se ha reducido en forma consistente. Si se hubiera mantenido en niveles de 2005, hoy habría al menos 850 mil personas más buscando empleo o trabajando. La diferencia no es menor: sin este efecto, la tasa oficial de desempleo habría subido de 2.6% a por lo menos 3.8%, y en ciertos escenarios podría superar el 4%.
Así, el mercado laboral mexicano ofrece una postal distorsionada: bajo desempleo formal, sí, pero con una menor población dispuesta a trabajar porque su ingreso mínimo está garantizado por transferencias. ¿Es esto sostenible? A corto plazo, sí: el consumo interno se mantiene gracias a estos flujos gubernamentales. Pero a mediano y largo plazo, el costo puede ser alto: menos trabajadores, menos productividad y un sistema fiscal cada vez más dependiente de los grandes contribuyentes (recordemos que el 2% de las empresas genera casi el 80% del ISR empresarial).
Este fenómeno debería encender alertas en el gobierno de Claudia Sheinbaum. Porque si bien los programas sociales son una herramienta legítima de redistribución, su efecto secundario sobre la oferta laboral puede terminar atrapando al país en un círculo vicioso: bajo empleo formal, alta informalidad y nulo dinamismo productivo.
El desafío es claro: mantener los apoyos sin desalentar la participación laboral. De lo contrario, el “milagro” de las bajas tasas de desempleo será apenas un espejismo sostenido con gasto público… hasta que la factura fiscal se vuelva impagable.
@JErnestoMadrid
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